El edificio como rótulo: jerarquías vacías en la arquitectura contemporánea
- Gabriel Escobales Cabrera
- May 16
- 2 min read
En muchas arquitecturas contemporáneas se ha priorizado la imagen exterior por encima de la experiencia espacial interior. Proliferan los edificios-objeto o edificios-rótulo: estructuras que gritan "mírame" pero carecen de profundidad arquitectónica. Este desbalance entre jerarquía exterior y calidad interior revela una comprensión superficial del diseño. Un edificio no puede sostenerse solo desde la fachada ni desde un símbolo sin contenido espacial. Por eso, la arquitectura debe repensarse como una totalidad coherente, donde la expresividad externa y la espacialidad interior tengan el mismo peso.
Cuando el edificio se convierte en un simple rótulo, su valor arquitectónico se diluye.
Se vuelve un objeto fotogénico, diseñado para ser visto desde el auto o el celular, pero olvidado en su uso cotidiano. El espacio interior pasa a un segundo plano, muchas veces genérico o pobre, como si la fachada fuera suficiente para sostener el proyecto. Un caso extremo es cuando el letrero o anuncio supera en escala o importancia al propio edificio, convirtiéndose en su única identidad. Esto no solo empobrece la experiencia del usuario, sino que traiciona el potencial de la arquitectura como generadora de lugar.
No se trata de rechazar lo llamativo o lo escultórico, sino de exigirle profundidad.
Arquitectos como Frank Gehry han demostrado que es posible diseñar edificios con pieles expresivas sin desbalancear la jerarquía en relación con sus interiores. En sus obras, el dinamismo exterior se traduce en espacialidades interiores ricas, recorridos complejos, experiencias sensibles. El edificio sigue siendo un objeto en el paisaje, pero no a costa de su interior: hay un equilibrio, una intención. Esto prueba que la expresividad formal no debe eliminarse, sino integrarse con lo espacial, no reemplazarlo.
La arquitectura no puede reducirse a su envolvente, ni depender de un rótulo para comunicar su presencia. Diseñar implica entender la relación entre forma, función y espacio, no solo producir imágenes para consumir a distancia. Cuando el interior es ignorado, se pierde la oportunidad de generar arquitectura significativa, vivida, memorable. El reto está en que el edificio mismo, no su letrero, sea lo que invite, acoja y emocione. Solo así podemos recuperar una arquitectura que no solo se ve, sino que se habita con calidad y coherencia.
Comentarios